lunes, 30 de octubre de 2017
martes, 24 de octubre de 2017
1ª Edición del Premio Escolar Valores Democráticos
1ª Edición del Premio Escolar Valores Democráticos: 
El plazo para la presentación del formulario, hasta el 31 de octubre de 2017.
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El plazo para la presentación del formulario, hasta el 31 de octubre de 2017.
viernes, 20 de octubre de 2017
Mis maratones
MIS
MARATONES
A
partir de mi quinto o sexto maratón, al comienzo del mismo me planteaba su
recorrido como el camino de una vida en el que la línea de salida era el
momento en que uno es consciente de su vida y la meta es el momento en que uno
pasa a otro lado. Entre uno y otro momento se sucedían las escenas y vivencias
experimentadas. Era una forma de llenarme de ánimos y fuerzas necesarias para
comenzar la prueba, continuar en ella e intentar llegar a la meta.
El
comienzo era muy alegre, distendido. Más de diez mil corredores esperando
expectantes en la línea de salida mientras ejercitaban los músculos de sus
piernas en un baile deportivo que les tonificaba.
La
señal de la salida hace que todos nos pongamos en movimiento hacia adelante,
trotando al principio - la masa humana no permite más -, corriendo cómodamente
después a la vez que se habla con algún compañero o se canta. Aún no hay
fatiga, las energías están intactas, solo hay mucha ilusión.
Después
de recorridos veintitantos kilómetros las cosas cambian. Los participantes
corremos con normalidad pero no con la misma comodidad que al principio, ya no
se habla. La energía que hay en la mochila ya no es la misma que en los
primeros kilómetros: el que gastó mucha al principio lo sufre ya, está más
fatigado, la ilusión ha disminuido; quien supo guardar fuerza la conserva y
corre más cómodo, sabiendo que tiene que distribuir adecuadamente los esfuerzos
para llegar al kilómetro cuarenta y dos con ciento noventa y cinco metros. Los
corredores ya no corren tan agrupados, sino que están más dispersos, cada uno
está a lo suyo pero aún se sostienen en pie, corriendo, bastante bien.
Cuando
ya se ha pasado el kilómetro treinta ó treinta y dos, más o menos, vuelve a
producirse otro cambio. Además de hacerse la carrera solitaria - aun corriendo
junto a otros corredores -, pues cada atleta está centrado interiormente en sí
mismo, en el dolor de sus piernas, en la tirantez de un músculo, en la sed, ya
se cuenta cada kilómetro que se completa: el kilómetro treinta y dos se acaba
de pasar, se mira hacia adelante a ver si hay cuestas y, si la hay, a ver si no
es prolongada y llega una bajada, se sueña con ver el cartel del kilómetro
treinta y tres...
En
el kilómetro treinta y ocho, uno o dos menos quizás también, el cansancio, la
debilidad y las molestias, dolores son tan intensos que dejan verse en la
actitud de los corredores. Los mejor entrenados y que han sabido correr con la
cabeza dosificando sus energías y esfuerzos continúan su recorrido con
comodidad. Pero los que no midieron bien sus esfuerzos se les ve muy
machacados, algunos continúan casi arrastrándose, otros siguen corriendo un
rato, se paran otro rato, descansan, vuelven a correr...
Impresiones de India
VIAJE A INDIA, MIS IMPRESIONES
Disculpas: en un principio y de antemano pido disculpas por
los errores gramaticales, ortográficos que puedo haber cometido al escribir
nombres de ciudades, lugares, monumentos y demás expresiones referidas a este
país. Puede que algunos no estén bien escritos aunque he procurado, en todo
momento, escribirlo de forma que, aun no siendo correcto, sí que se entendiera
a lo que me refiero. Así mismo asumo y pido disculpas por los demás tipos de
incorrecciones en que puedo haber incurrido. Las correcciones que hagan los
lectores son muy agradecidas.
¿Qué quiero contar?: No sólo un viaje, quizás no cuento un
viaje sino mis sensaciones, lo que yo vi y sentí en ese viaje.
PRESENTACION:
Es inolvidable, es como el alma humana que se
lleva dentro hasta la muerte.
Este es mi viaje a India, creo que fue en el
mes de julio del año 1993, con un terrible calor.
Es más correcto decir que son mis impresiones
de este viaje. Es decir es lo que me llevé dentro de mí de mi estancia en ese
país, lo que guardo en mi memoria y, sobre todo, en mis sentidos…eso, mis
impresiones.
El
viaje en avión suele hacerse normalmente con escala en alguna ciudad europea.
Mi viaje fue de Madrid a Frankfurt (Alemania), unas dos horas de vuelo, unas
horas de espera en el aeropuerto de ésta ciudad alemana y un segundo vuelo de
Frankfurt a Delhi que llevó más de siete u ocho horas. La compañía aérea de
éste último vuelo fue AirIndia. A mí siempre me gustó viajar en avión por lo
que para mí formaba parte del disfrute.
I.
DELHI
– INDIA
I.1.DÓNDE ALOJARSE
En
Delhi, una vez alojados en el hotel elegido comienzan las visitas. Es
recomendable seleccionar hoteles de una buena calificación turística hotelera
para asegurarse un alojamiento cómodo y confortable debido a la diferencia de
nivel de vida entre España e India. No obstante también pueden encontrarse
alojamientos más sencillos y económicos que pueden ser aceptables.
Yo
estuve alojado en un hotel confortable, cuyo nombre no recuerdo, muy cómodo y
que se encuentra muy cerca de un observatorio meteorológico existente al aire
libre. Recuerdo perfectamente que desde la habitación del hotel se veía dicho
observatorio en una explanada existente contigua prácticamente al mismo.
VISITAS
La
visita a Delhi la dividiría en dos partes principales: la parte antigua (la
vieja Delhi) y la parte nueva (conocida como Nueva Delhi).
I.2 Nueva Delhi y Vieja Delhi
Según creo
recordar la Delhi de siempre, la parte vieja de la ciudad, es la ciudad surgida
desde sus orígenes, conservada y evolucionada o desarrolla a lo largo del
tiempo pero sin perder sus características propias. La fotografía que grabé de
la vieja Delhi es un conjunto de barrios, calles espontáneas, poco delineadas,
llenas de gente, de puestos de venta, de tiendas, de vehículos circulando.
Estas calles muestran mucho colorido, mucho bullicio, gran variedad de ruidos,
bocinas de automóviles, circulación hormigueante de rickshaws amarillentos.
Resultó curioso, muy curioso que en estas calles de la ciudad vieja los
automóviles y rickshaws circulaban con bastante caos y desorden, chocando frecuentemente
unos contra otros, causándose abombamientos y hendiduras en las, ya
múltiplemente abolladas, carrocerías de los vehículos sin darlo importancia
alguna. Ningún conductor paraba su vehículo (rickshaw o coche) para ver el
rozón, hendirura o roto en la carrocería. Simplemente se saludaban con la mano
y continuaban su viaje. En la circulación los vehículos no siempre seguían una
línea recta continua sino lo que en cada momento les permitían los demás
usuarios de la calle (paseantes, vehículos, puestos de venta). Era un desorden,
un caos pero, aparentemente, controlado dentro de unos límites. Las calles son
estrechas, con no mucha amplitud. Esta imagen descrita está reflejada
principalmente en una avenida o calle principal de la parte vieja llamada Chandni
Chowk.
También visité la llamada Gran
Mezquita de Delhi
En esta mezquita lo que más me
llamó la atención fue una gran superficie al aire libre en cuyo suelo se
postran los creyentes a hacer sus rituales religiosos y oraciones.
La
tumba de Gandhi es otra de las visitas en Delhi. La tumba está sobre tierra,
junto a ella se mantiene permanentemente encendida una llama y está situada en
una gran explanada muy cuidada con jardines. Destaca por la sencillez de la
tumba y del lugar en su conjunto.
La zona más moderna de la ciudad,
Nueva Delhi, se caracteriza por calles y avenidas muy amplias, anchas, de gran
longitud, correctamente urbanizadas, con aceras alineadas, bordillos de aceras,
calzadas asfaltadas flanqueadas de árboles y vegetación, con iluminación
urbana. Es la zona construida durante el periodo de ocupación de India por Gran
Bretaña.
En
esta zona más moderna recuerdo haber visto la Puerta de la India y el
observatorio meteorológico. Ninguno de los dos me llamaron la atención. En un
segundo viaje podría obviar su visita sin problemas.
II.
JAIPUR – INDIA
Desde Delhi fuimos a Jaipur en un coche
conducido por Peter y acompañados por Pandet, nuestro guía turístico durante el
viaje. Jaipur es la capital del estado de Rajastan. Se le conoce también como
la ciudad rosa por el color rosado de la
piedra arenisca de sus edificios. La entrada a esta ciudad se presentó con
mucho bullicio de vehículos y personas, como una ciudad con una gran actividad
humana. Desde un primer momento se nota que está menos modernizada que Delhi,
más atrasada en las construcciones de edificios.
En ella
visitamos el famoso palacios de los vientos. Solo se puede visitar su fachada
exterior desde una avenida repleta de circulación y actividad. Esta fachada destaca, una vez más, por su
color rosado y porque tiene múltiples ventanas que dan al exterior. Estas
ventanas están protegidas de las miradas externas por celosías perfectamente
trabajadas y que embellecen su imagen. A través de estas ventanas las mujeres
del maharajá podían contemplar la calle y la vida exterior sin ser vistas,
gracias a las celosías.
Su visita sí
la recomiendo pero basta dedicarle el tiempo justo pues, como ya he dicho, tan
solo se visita la fachada exterior.
Otro monumento
recomendado es el Fuerte Amber, que está a las afueras de Jaipur. Además de
belleza del palacio que encierran sus murallas (de ahí su nombre de Fuerte)
resulta muy atractivo, al menos para mí, el que un tramo del camino, hasta
llegar a la entrada, y que está en cuesta hacia arriba, se hace subido en un
elefante. Estar montado en un elefante es muy relajante pues es un animal muy
tranquilo.
III.
AGRA – INDIA
En el recorrido desde Jaipur hasta Agra hicimos una parada
en una ciudad que
llaman Fatepur-Sikri. Su nombre se debe a que fue construida entre dos
ríos, el río Fatepur y el río Sikri. En realidad es una ciudad fantasma porque
ya no está habitada. Sí lo estuvo en su época pero parece ser que las aguas que
allí llegaban no eran muy saludables para su consumo, según le entendimos
explicar al guía. En su perímetro incluye palacios, jardines, fuentes y
estancias para las viviendas del maharajá, sus mujeres y familia.
Su visita me
pareció muy interesante y recomendable.
Fatephur Sikri
En Agra se
encuentra lo que yo, a veces, llamo la perla de India es decir el Taj Mahal.
Realmente es impresionante por su magnitud, su grandeza, su belleza. En
realidad es una tumba, un mausoleo en el que se encuentran enterrados los
cuerpos del emperador que lo mandó construir y su mujer favorita – cuyo nombre
creo que era Mun Taj Mahal -. Es lo único que puede verse en su interior, dos
tumbas. También es un monumento dedicado al amor, así nos los explicó Pandet,
nuestro guía turístico. Así es, y según nuestro amigo Pandet el emperador de la
época – cuyo nombre obvio porque no sé si sabría escribirlo correctamente –
tenía, en su harén, tres favoritas de entre las cuales sentía una especial
predilección por una de ellas, Mun Taj Mahal, de la cual estaba encaprichado.
Esta enfermó siendo muy joven y murió. Fue tanta la pena y la tristeza del
emperador que encargó construir el mausoleo Taj Mahal en la orilla del río
Yamuna de forma que él pudiera ver diariamente, desde los ventanales de su
palacio, la tumba de su amada.
Este bello
edificio está construido sobre una
amplísima y extensa explanada de jardines y fuentes que embellecen aún más su
entorno, y todo ello está cercado por una fortificación o muralla rosácea, de
piedra arenisca. Su belleza también se debe al color blanco del mármol puro con
el que está construido, el cual aparece finamente tallado de dibujos vegetales e
incrustado con piedras preciosas policromadas – de múltiples colores – que
dibujan y forman unos preciosos dibujos que pueden verse y distinguirse
perfectamente desde lejos.
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Así mismo hay que
descubrir el llamado fuerte rojo de Agra con el palacio del maharaja. Su nombre
se lo da la fortificación o amurallamiento del recinto y el color rosáceo de
éste, por la piedra arenisca.
IV.
BENARÉS – INDIA (o Varanassi)
Benarés es una de
las ciudades santas de India.
Pero
antes de hablar de esta ciudad santa quiero decir que entre Agra y Benarés nos
encontramos con el Fuerte Mansing y con unas esculturas esculpidas en la
montaña, en un plano horizontal, de figuran de Buda, Jain… Su visita resultó
curiosa pero me pareció poco interesante.
Sin
embargo Benarés es un lugar de obligada parada y exploración. En ella no hay
que buscar belleza arquitectónica ni paisajística, no la encontraremos, pero
todo en ella es mágico, interesante, curioso, te invita a explorarlo, a sentir
sus calles, sus colores – múltiples e intensos – sus olores, el roce de sus
gentes y de sus sagradas y pacíficas vacas callejeras, a vivir – eso sí, de
lejos – sus rituales funerarios en las orillas del río Ganges, ¡sus ghats!, la
mezcla intensa de la vida y la muerte…¡Es India! Impactante, el tiempo se
detiene. Nunca se olvida. Querrás volver…quiero volver. Esto último lo dice
todo: no te lo pierdas.
Esta
ciudad tiene como compañero fiel el río Ganges, muy caudaloso, enorme.
Cuando
llegamos a Benarés nos dieron un recorrido por la ciudad describiendo los
lugares más señalados en los que debíamos fijarnos. De ello sólo puedo recordar
el llamado templo de oro del que sólo conseguí ver, desde el autobús, una
cúpula dorada bastante ennegrecida. Al día siguiente al de la llegada tuvimos
que madrugar mucho, creo que sobre las tres de la madrugada para poder ir a las
orillas del Ganges y ver el amanecer en el río. Así fue, madrugamos y en coche
o autobús – no lo recuerdo bien – nos llevaron hasta los conocidos ghats o
escalinatas del río que llevan hasta el agua. En el trayecto se veían personas
durmiendo en las calles, tumbadas sobre el suelo, cada una en su pequeño
espacio sin invadir el del otro. Llegamos a una calle que estaba tremendamente
abarrotada de personas que no se dejaban caminar unas a otras de la gran
cantidad que había. Allí paró el coche, bajamos y continuamos andando entre el
gentío, con mucha precaución de no perderse en esa marabunta de seres humanos,
hasta que llegamos a una escalinata de unos diez o más escalones – ghat - en el
final de los cuales rebosaba el agua del río, un rio inmenso, que se adivinaba
profundamente caudaloso, y en el cual no se llegaba a ver, ni siquiera atisbar,
la otra orilla; tan inmenso es, grandioso, espectacular. Las escalinatas o
ghats – no solo en la que estábamos nosotros sino las que llegábamos a ver a
nuestros lados – estaban cubiertas de gentes de las distintas partes del país
que habían acudido allí en peregrinación religiosa – como les manda su religión
al menos una vez en la vida -. Estas personas coloreaban intensamente el
paisaje con sus túnicas y ropas llenas de fuertes coloridos – amarillo, rojo,
verde… - las que aún no se habían deshecho de ellas; otros ya estaban bañando
sus cuerpos desnudos o semidesnudos en el interior de las aguas del río sagrado
como ritual religioso. El paisaje dibujado por esta humanidad religiosa era muy
impactante a lo que contribuía, en gran medida, los brillantes reflejos del
incipiente y lento amanecer sobre las extensas aguas del río, que absorbían la
imagen de un sol que tímidamente comenzaba a aparecer y brillar como una luz
metálica acuosa.
En
la escalinata o ghat nos esperaba un barquero y un niño que con él estaba. El
barquero lo recuerdo bastante bien, era un hombre anciano, aunque bastante bien
conservado, con el pelo crecido y completamente blanco, con un gran bigote,
también blanco, muy poblado cuyos
extremos se elevaban curvadamente hacia arriba en ambos lados. Nos invitó a
subir a su barca y empezó el recorrido, en el que vimos la gran inmensidad
acuática y paisajística de esta río sagrado, el Ganges – el barquero lo
pronunciaba en inglés -, múltiples ghats en los que se repetían las escenas
antes descritas. Después de un buen rato de recorrido, y antes de regresar por
el mismo trayecto de ida, encontramos, muy al fondo, unos ghats en los que
podía verse humo, hogueras, fuego ardiendo. Nosotros lo veíamos desde la
lejanía de nuestra barca. El barquero nos explicó que se trataba de piras
funerarias en las que estaban quemando cuerpos de personas muertas. Estaba
prohibido hacer fotografías. También nos contó que sólo podían permitirse la
cremación en estas piras funerarias las personas que tenían dinero suficiente
para comprar la leña necesaria y para pagar los servicios necesarios para
hacerlo. Quienes no podían pagarlo, después de muertos, eran arrojados al río
Ganges con su cuerpo atado a objetos pesados que hundieran el cadáver hasta el
fondo. No obstante, contó así mismo, podía ocurrir que determinados peces
mordieran el cadáver de forma que alguna extremidad se separara del cuerpo del
cadáver, lo que podía emerger y aparecer flotando en la superficie del agua.
Terminado
el recorrido en barca, volvimos al ghat de origen para pasear a pie por las
calles de Benarés, unas calles estrechas pobladas de personas, de colores, de
olores, de sagradas vacas, de cadáveres humanos cubiertos en andas llevados a
hombros por dos o más hombres, de flores de múltiples formas y colores que
regalaban olores variados a los paseantes.
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